«Llegamos a un área de servicio convenida previamente, donde ya nos esperaba un autobús recién llegado de Ucrania, donde venían “nuestros” refugiados.
Como el material que traíamos empaquetado desde GALICIA, se lo iba a llevar el bus, de vuelta a Ucrania, y no había máquinas para descargar los palets, no quedó otra que organizar dos cadenas humanas, entre nosotros 9 y el conductor del bus y su ayudante, y pasar de nuestro vehículo principal donde iban el material, al bus las dos toneladas, caja a caja. Hicimos el “trabajo” en 15 minutos.
Al terminar, redistribuimos a los refugiados y sus maletas entre las furgonetas.
Pero, sorpresa: “faltaban refugiados”. No estaban todos los previstos.
Llamada telefónica va, llamada viene.
Una madre, su hijo y sus padres estaban todavía en la frontera. Se había demorado su llegada al centro de coordinación de refugiados al otro lado de la frontera, en Ucrania, por culpa de un bombardeo ruso de la ciudad de Leópolis, muy cerca de Polonia. Es una ciudad importante, situada al oeste de Ucrania, muy cerca de donde estuvimos. Es decir, que casi “tocamos la guerra” con las manos. Produce escalofríos el pensarlo.
En esa ciudad, coordinan la llegada de refugiados de buena parte de Ucrania, y les organizan para pasar a Polonia.
A mayores, nos dijeron teníamos que acercarnos a Cracovia, para recoger a un matrimonio, su hijo y la mascota del hijo …..que iban para casa de unos amigos ucranianos, que viven en Lugo. Había que cogerlos y llevarlos si o si .
Así que, por un lado, dos compañeros, en un coche, se volvieron a la frontera para buscar a los 4 rezagados. Y los demás, nos fuimos dirección Cracovia, hasta un convento católico, situado en las afueras de esa ciudad, lleno de refugiados, para recoger al matrimonio, el niño y la mascota…..
E iniciamos la vuelta a ESPAÑA.»
Relatos conmovedores de nuestro compañero Manuel Morán.