🔵Lágrimas y sonrisas de alivio en la llegada de los refugiados ucranianos a Galicia🔵

Voluntarios del Banco de Alimentos Rías Altas los recogieron el sábado en Rzeszów
Nada más pisar suelo coruñés, los 24 refugiados ucranianos que viajaron desde Rzeszów, Polonia, a bordo de cinco furgonetas del Banco de Alimentos Rías Altas (Balrial), respiraron finalmente aliviados. La seguridad de verse a salvo se tradujo en sonrisas y multitud de muestras de gratitud hacia los nueve voluntarios que los trasladaron a bordo de cinco furgonetas desde la frontera polaca con Ucrania hasta Galicia.
«Muchas gracias de verdad. Sois muy buenas personas», repetían en la sede de la oenegé, en donde fueron recibidos con aplausos, carteles de bienvenida, globos y juguetes para los niños, además de comida y bebida. A lo largo del viaje, que comenzó el sábado a la una de la tarde cuando el grupo de Balrial recogió a los que lograron huir de la invasión rusa en un área de servicio, los refugiados no solo recorrieron los más de 3.400 kilómetros que separan la ciudad polaca de A Coruña, sino que atravesaron un mar de sensaciones. Angustia, tristeza, rabia, incertidumbre, miedo y, finalmente, tranquilidad. Porque a pesar de sentirse arropados totalmente por los voluntarios y de saber que ya no corrían peligro, no fue hasta llegar al destino final cuando sus rostros se relajaron. «Ahora, en cuanto descansemos algo, os contaremos mejor las cosas. Podríamos hacer una película o escribir un libro con todo lo vivido este último mes», avanzó Vitali Tsesar, de 31 años, que viajó junto a su mujer, sus tres hijos pequeños, su madre y su hermana. Todos ellos lograron escapar de Mariúpol, asediada por los rusos, hasta Leópolis en donde cogieron el autobús que los llevó hasta Rzeszów. Con ellos llegaron a Galicia Kateryna, Anna y Stephan, de solo seis años, al que le regalaron una ametralladora de juguete. «Dice que ahora ya puede defenderse y dispara hacia el cielo», explicó su madre.
Una vida provisional
A pesar de la alegría por estar vivos y haber podido escapar de la guerra, todos confían en poder volver tarde o temprano a su país. «Ojalá esto acabe pronto y podamos ir a Ucrania todos juntos», comentaban varios de los refugiados a los voluntarios. En cualquier caso, conscientes de que el conflicto todavía no tiene fecha de fin, buscan fórmulas para comunicarse: «¿Cuál es la aplicación de traducción que utilizáis con nosotros?», preguntaron algunos al grupo de Balrial.
Al terminar la expedición, iniciada con las donaciones recibidas por la entidad coruñesa, que contó también con la ayuda de un empresario de Culleredo, los 33 viajeros compartieron abrazos llenos de cariño y en el que casi ninguno pudo contener las lágrimas. Ni unos ni otros olvidarán un viaje que acercó a los gallegos a la guerra y que llenó de esperanza a los ucranianos.
Ahora, mientras los refugiados se adaptan a lo que consideran unas vidas provisionales hasta recuperar las suyas en Ucrania, Manolo, Conchy, Mariquiña, Javier, Gonzalo, Jorge, Iria y Manuel retoman sus rutinas con una mochila cargada de satisfacción, pero también con la espinita de no poder ayudar a todos los que intentan salir de Ucrania. Por eso, algunos de los voluntarios ya plantean realizar una segunda expedición.277532231_2224249657713134_8746756608680425812_n

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