«Estamos desbordados, pero contentos»
Los voluntarios María del Carmen Moreno y Juan Galego asumen el trabajo del Banco de Alimentos Rías Altas de Ferrol durante la epidemia
Un almacén lleno de productos. Y solo dos personas para gestionarlo. Esta es la situación actual del Banco de Alimentos Rías Altas, que suministra comida a unas 5.000 personas. Y ellos son María del Carmen Moreno Freire y Juan Galego Veiga, dos voluntarios que en medio de esta pandemia ejercen como una especie de servicios mínimos en la entidad. Fueron ellos los que, tirando aún más de esfuerzo y solidaridad, se ofrecieron a quedarse solos en las instalaciones del polígono de A Gándara. «Los voluntarios son más bien gente mayor, con patologías, y no quisimos que se expusieran a este riesgo», explica Mari, como la conocen. Por eso acordaron quedarse ellos. «Nos comprometimos, y lo estamos haciendo: como podemos y trabajando más de la cuenta, pero lo hacemos a gusto y contentos», añadió. «Estamos desbordados», corrobora Juan. Y las cifras los avalan.
Si habitualmente eran una decena las personas que a diario solían participar en el día a día del Banco de Alimentos hoy solo quedan ellos. Los responsables, por ejemplo, de que el pasado miércoles saliesen de las instalaciones 6.000 kilos de alimentos con destino a diecinueve entidades sociales. Y ayer trabajaban en la preparación de nuevos lotes que saldrán la próxima semana y que superarán las cuatro toneladas de mercancía.
Desde la entidad valoran su dedicación y aseguran que prácticamente duermen allí. Sin llegar a tanto, lo cierto es que su jornada se prolonga mucho más allá del horario de apertura de las instalaciones, que amplían en ocasiones con recogidas también en horario de tarde.
La pandemia ha hecho aflorar de nuevo la solidaridad. Y , explica Galego, «están llegando bastantes donaciones», procedentes de supermercados que tienen a sus puertas carros o cajas para que los clientes depositen artículos o a través de donaciones directas.
La primera mujer transportista
Mari fue la primera mujer que se dedicó al transporte de mercancías en la zona. Condujo vehículos de varios tamaños en un mundo de hombres. Pero siempre tuvo claro que lo que quería era conducir. También que cuando se retirase se dedicaría a alguna labor social. Y ahora, a sus 68 años, conduce a diario la furgoneta del Banco de Alimentos con la que acude a los establecimientos comerciales a retirar los productos para llevarlos al centro de distribución. «Si antes ya me sentía bien, ahora me siento mejor, porque llena mucho saber que eres necesario para ayudar a la gente que lo está pasando mal», dice. Vive sola y el reloj no marca su agenda. El fallecimiento prematuro de un hijo le hizo cambiar su escala de valores. Ahora, «le saco importancia a todo, nunca veo las cosas malas. E intento que todo se haga por bien». A ello contribuye su talante: «Tengo bastante buena salud y soy activa, soy como un terremoto. Pero ya fui siempre así, ¿eh?», advierte.
Sobre el riesgo de seguir trabajando, asegura no tener miedo: «Lo estamos haciendo muy bien: mantenemos la distancia de seguridad. Tenemos guantes y mascarillas. Y cuando uno está haciendo una cosa, el otro está en otro sitio», describe. «¿Que andamos un poco más preocupados? Pues sí, pero tampoco mucho, porque somos solo dos».
Por su parte, Juan Galego se sumó al Banco de Alimentos el mismo año en que se abrió en Ferrol, en 2015: «Se organizó una gran recogida y fui como voluntario a uno de los supermercados. Y desde entones». Destina a la entidad parte del tiempo libre que le deja su trabajo en la radio, habitualmente en labores de oficina y de gestión de las redes sociales. Pero estas semanas, su lugar está también entre los palés.
Cajas de cartón del Banco de Alimentos Rías Altas invitan a los clientes de los supermercados a dejar parte de su compra para que quienes no pueden pagarlo también puedan comer. Pero… ¿qué dejar? «Nunca estamos sobrados, sobre todo de leche. Es un producto de primera necesidad», apunta María del Carmen Moreno. Y Juan Galego aclara el porqué. «La leche es lo número uno, lo que menos hay siempre y lo que más escasea», añade. Al banco llegan con las grandes recogidas miles de kilos, «pero se va porque hay que entregarlos en poco tiempo. Y después estamos sin ella, que es lo que nos pasa ahora».
Todo lo demás también es bienvenido, siempre que sean productos no perecederos. Y especialmente, conservas, platos preparados, alimentos infantiles y productos de desayuno.
Campaña de recogida
Las donaciones pueden realizarse directamente en el Banco de Alimentos, en los supermercados o llamando a Protección Civil. «Lo están haciendo de maravilla», reconoce Mari el trabajo de la agrupación y del Ayuntamiento, que «se están volcando» con la campaña Axuda con Alimentos. La agrupación de voluntarios recoge la mercancía, «nosotros la seleccionamos y hacemos los pedidos un poco más completos». Los alimentos siempre se canalizan a través de entidades. No hay entregas a particulares. «Es una forma de garantizar que no se mercadea con la comida», aclara Galego. «Nos llama mucha gente para pedir y los derivamos a asociaciones según la zona».